20100514

El gobierno cobarde

No tengo problema en aceptar que el gobierno de mi país me oculte información, e incluso que me mienta. Considero que es como debe ser un gobierno, dado que no hay nada peor que un pueblo que dispone de toda la información. Ese es un pueblo ingobernable.

Lo que ya no tengo tan claro que pueda aceptar es que el gobierno de mi país me mienta mientras prepara una (o varias) puñalada trapera y por la espalda. Eso es de cobardes y rastreros. Y no comulgo con cobardes y rastreros.

Esto viene a colación de las nuevas medidas anunciadas por el Gobierno de España el pasado miércoles para, no sé muy bien ya si, salvarnos de la crisis, evitar un crecimiento negativo o campear una desaceleración económica. ¡Qué le vamos a hacer! Soy un ciudadano desinformado. Lo único que observo es que la cosa esta muy chunga y amenaza con ponerse peor, así, sin entrar en detalles.

Entre las medidas anunciadas, la que más ampollas está levantando, es la bajada de los sueldos del sector público en un 5% de media. Y no es la única, pero mi discurso de hoy toma ésta como punto de partida, por ser la que más me ha dado que pensar. Porque, lo admito, y me flagelo por ello todos los días, soy un diabólico y malvado empleado público.

Lo primero que quiero hacer es eliminar pensamientos establecidos por doquier que me soliviantan en las ristras de comentarios presentes en la web a raíz de la noticia. A saber.

Mi sueldo es mío. Nadie paga mí sueldo con sus impuestos. La transitividad del capital no puede ser finita hasta que interese al que utilice ese argumento. Aquí, todo ciudadano de andar por calle, el menda incluido, paga impuestos al estado. El estado reparte entre las diversas Administraciones Públicas. Y aquella para la que trabajo me paga un sueldo por hacer unas funciones determinadas. Aquí se acaba el recorrido argumental de los que demonizan la función pública. Nunca se va más allá en esa cadena, como si los trabajadores públicos no pagasen en su consumo el sueldo de los trabajadores privados o por cuenta propia, o como si muchas empresas privadas no basasen su actividad económica en contratos con las A.A.P.P..

Al que me diga que soy un vago y que no merezco vivir por ser empleado público, le calzo una hostia, por faltarme y por tontolhaba. Porque el que no entienda que el cumplimiento con el trabajo es una cuestión personal que no depende de públicos ni privados, sino de currantes y sanguijuelas, es tontolhaba. He pisado muchos terrenos de actividad económica y no he observado que haya una distribución muy dispar de trabajadores honorables y caraduras inmorales ya sea en la administración pública, en el sector privado, en el trabajador autónomo o en la economía sumergida.

El clásico rifirrafe en el que se esgrimen argumentos pueriles como "A currar, funcionarios cabrones" ó "Envidiosos, si queréis de lo bueno, opositad", es deleznable hasta decir basta. Mentecatos. El que me reproche, en base a sus circunstancias personales, que haya ejercido mi libertad de actuación y decisión para forjar un futuro laboral determinado, se merece que le calce otra ostia. Y con esto me refiero a que el que haya decidido opositar, bien está, el que haya currado desde los 16 años en tareas que no requieren formación académica sino trabajo duro, bien está, el que haya decidido dedicarse a empresas de mayor riesgo y lucro, bien está. Pero que nadie me traslade la responsabilidad derivada de los riesgos que hayan asumido ellos mismos.

Las personas que no se mueven en el ámbito de la administración pública, tienen poco o nulo juicio para hacer valoraciones sobre como se derrocha el dinero público. No quiero entrar en detalles, pero sí señalar que el sueldo de los empleados públicos es, probablemente, el último sitio para buscar gasto indiscriminado. Y no diré más a no ser en presencia de mi abogado.

Dicho esto, paso a lo que de verdad quiero comentar.

Sinceramente me preocupa bien poco que del día a la mañana se me quite una parte de mi sueldo. Si es por arrimar el hombro, a mí no me gana nadie. Aunque veo un problema en que el hombro lo arrimemos los trabajadores de a pie, tanto públicos como privados, mientras otros se van de rositas. Por ejemplo, haciendo la cuenta por encima, lo que se va a ahorrar durante un año en sueldos de empleados públicos en la administración autonómica para la que trabajo, da a duras penas para pagar la carpa de España en la Exposición Universal de Sanghai, con ese horrendo bebé de 14 metros ideado esa gafapasta anodina que es Isabel Coixet. Cada vez que lo pienso me parto de la risa.

A lo que iba.

Que esto no es nuevo, que ya se había avisado con los controladores aéreos. La argucia del gobierno cobarde reside en atacar a los grupos que se justifican adecuadamente con la actitud demagógica de la que viene haciendo gala. No voy a entrar a valorar si los controladores cobraban sueldos excesivos o no. El peligro reside en que por decretazo el gobierno cambia unilateralmente las condiciones laborales que unos trabajadores han conseguido mediante negociación colectiva. La razón lanzada a los medios y asimilada por el populacho envidioso es que un enano con gafas y nariz prominente dice que cobran demasiado. ¿Demasiado respecto a qué? ¿Cuál es el criterio? ¿Quién asegura a los citados envidiosos que pasado mañana el gobierno no va a considerar que su sueldo de 700 euros es excesivo para el trabajo que desarolla?

Llegamos así al siguiente grupo de demonización ciudadana, que son los empleados públicos. El problema a priori es que son más que controladores aéreos, así que les acariciamos el lomo llamando a su solidaridad. Falso. El enano con gafas declara que los empleados públicos pueden apretarse el cinturón porque en los últimos años su poder adquisitivo ha crecido. ¡Y se queda tan pancho! ¡Y nadie le parte la cara! Y a mí se me encience la vena asesina, porque en nueve años como empleado público, mi sueldo nunca ha subido acorde con el IPC, sino por debajo y este enano cojonero viene a decirme que también yo cobro demasiado. Y una cosa es dejar pasar el perder poder adquisitivo por ser un mal menor y otra que un Sancho Panza venido a menos se ría de tí en la cara.

Y lo alarmante de esto es que se eliminan por Decreto Ley condiciones laborales alcanzadas mediante el ejercicio de un derecho constitucional como es el de negociación colectiva. Y lo alarmante de esto es que se hace mediante separación selectiva del proletariado. Y surgen dos preguntas: ¿quiénes serán los próximos? y ¿qué derecho constitucional se van a pasar estos cobardes por el forro la próxima vez?

Estas dos preguntas son las que realmente me preocupan.

Y mientras tanto:

La medida no se concreta, se sigue hablando de medias, masomenos y talveces.
Los sindicatos a por uvas, las que le tira el gobierno cobarde. Movilizaciones de los empleados públicos y nada más. Ni huelga general de todos los trabajadores, ni mención a las pensiones congeladas de los que lo fueron.
La población dividida ahora entre empleados públicos y los que no lo son. Y mientras tanto el gobierno cobarde campando a las anchas de su incompetencia, mintiendo y asestando puñaladas sin ton ni son.


Un gobierno cobarde para un pueblo de cobardes.


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